Es difícil ser un adolescente y elegir la carrera profesional que siente y quiere seguir. Y es que justamente una de las decisiones más importantes en la vida llega en el momento de mayor indecisión. En efecto, se trata de una edad en la que el intercambio hormonal de los adolescentes es muy intenso y complejo. Además viene aparejado el tema de la personalidad ya que el joven está en plena formación de ésta y es más que seguro que no se haya consolidado del todo al llegar el momento de ingresar a las aulas universitarias.
Los adolescentes deben entender esto como un fenómeno perfectamente normal y, además, planeado por la naturaleza. No es que sean unos bichos raros ni nada por el estilo aunque ciertamente muchos adultos se han olvidado que también les tocó pasar por esa etapa y se caracterizan por no saber tratarlos como se merecen. En paralelo, el adolescente muestra otros intereses que se alejan de la esfera del estudio de manera gradual. Recordemos que viene de un tiempo en que ha sido bien ajustado en la escuela, sin disponer del todo el tiempo libre que hubiese querido y que además resulta necesario. Si nos detenemos en este punto y respetamos la premisa de que las mejores decisiones se toman en frío, podemos llegar a la conclusión que quizá esos ratos libres que faltaron pudieron haber aportado claridad a la situación que exige una ágil decisión.
Jóvenes en ningún momento deben titubear en conversar de estos temas con sus padres. Seguramente ellos se mostrarán sorprendidos gratamente ante la visión y la lectura de la situación de stress en la que se encuentran inmersos sus hijos y no dudarán en echarles una mano. Aquí los padres deben ayudar señalizando el camino que viene y dándole la tranquilidad y confianza del caso al hijo. Lo mejor es mostrarle el panorama de las cosas al joven adolescente, hacerles ver que todos hemos pasado por las mismas etapas –con distinto éxito-. Decirles que se vienen los últimos cinco años –en promedio- de estudio libre, en que el joven podrá contar con el apoyo de los padres para concentrarse única y exclusivamente en su carrera profesional ya que más adelante, cuando le toque trabajar, probablemente la sociedad moderna le exija no dejar de estudiar nunca para mantenerse vigente, pero ya no podrá desentenderse de su trabajo, por lo que el esfuerzo deberá ser doble y hasta triple si las nuevas “olas” lo alcanzan estando ya este con familia propia. En tal sentido, el joven debe tener esta etapa de “enfriamiento” antes de apuntar bien y disparar hacia su nuevo destino ya que probablemente sólo se disponga de un tiro limpio, que debe dar en el blanco.
Los jóvenes debemos darnos cuenta que nuestros padres son los mejores aliados en estos casos ya que desean sólo nuestro bien y además cuentan con un valor que nosotros aún no hemos obtenido: la experiencia. Es más fácil caminar cuando se sabe qué terreno se pisa en lugar de estar dando pasos al azar, en medio de la oscuridad de la ignorancia, siempre temiendo tropezar con algo y caer de bruces. Los jóvenes debemos aprovechar la ventaja que nuestros padres nos están ofreciendo: un nuevo concepto: la visión a futuro, un rasgo que casi ningún adolescente tiene siquiera comprendido.
MSC MARIA ZURITA
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