Una de las cosas que más me ha preocupado toda la vida es la frase INCLUSIÓN, por otra parte los valores que deben practicarse para incorporar dicha inclusión en nuestras vidas.
Somos diferentes y ser diferentes es algo común, la particularidad de cada individuo es la que proporciona los diferentes matices existentes, los claros, los obscuros, suave y fuerte.
Desde el punto de vista educativo, ha habido cambios en relación a esta frase, los paradigmas epistemológicos han sido agitados abriendo una brecha a un cambio, sin embargo todo cambio causa movimientos a favor o en contra, practicando la particularidad y las diferencias individuales.
El hombre es, a la vez, un ser solitario y un ser social. Como ser solitario, procura proteger su propia existencia y la de los que estén más cercanos a él, para satisfacer sus deseos personales, y para desarrollar sus capacidades naturales. Como ser social, intenta ganar el reconocimiento y el afecto de sus compañeros humanos, para compartir sus placeres, para confortarlos en sus dolores, y para mejorar sus condiciones de vida. Solamente la existencia de estos diferentes y frecuentemente contradictorios objetivos por el carácter especial del hombre, y su combinación específica determina el grado con el cual un individuo puede alcanzar un equilibrio interno y puede contribuir al bienestar de la sociedad. Es muy posible que la fuerza relativa de estas dos pulsiones esté, en lo fundamental, fijada hereditariamente. Pero la personalidad que finalmente emerge está determinada en gran parte por el ambiente en el cual un hombre se encuentra durante su desarrollo, por la estructura de la sociedad en la que crece, por la tradición de esa sociedad, y por su valoración de los tipos particulares de comportamiento. El concepto abstracto «sociedad» significa para el ser humano individual la suma total de sus relaciones directas e indirectas con sus contemporáneos y con todas las personas de generaciones anteriores. El individuo puede pensar, sentirse, esforzarse, y trabajar por sí mismo; pero él depende tanto de la sociedad —en su existencia física, intelectual, y emocional— que es imposible concebirlo, o entenderlo, fuera del marco de la sociedad. Es la «sociedad» la que provee al hombre de alimento, hogar, herramientas de trabajo, lenguaje, formas de pensamiento, y la mayoría del contenido de su pensamiento; su vida es posible por el trabajo y las realizaciones de los muchos millones en el pasado y en el presente que se ocultan detrás de la pequeña palabra «sociedad».
Los seres humanos no están condenados, por su constitución biológica, a aniquilarse o a estar a la merced de un destino cruel, infligido por ellos mismos. Si nos preguntamos ¿cómo la estructura de la sociedad y de la actitud cultural del hombre deben ser cambiadas para hacer la vida humana tan satisfactoria como sea posible?, ¿debemos ser constantemente conscientes del hecho de que hay ciertas condiciones que no podemos modificar?.
Es tarea de cada uno de nosotros, dentro del sistema social que nos encontramos fundar, consolidar la solidez, y esta debe cimentarse en la responsabilidad de los individuos que lo conforman, puesto que de nada sirve el más perfecto conjunto de normas si los integrantes de la sociedad no lo asumen de manera responsable y personal, produciéndose entonces conjuntos normativos ilusorios, meros maquillajes cuya inutilidad es más que manifiesta.
¿cómo el sistema educativo podrá convertirse en un sistema social co- responsable de la solidez de las normas? ¿cómo la escuela podrá con los niños que necesitan y la escuela no puede proveer? ¿cómo el docente podrá solventar las necesidades de los niños que integran su aula y que son el obstáculo en el proceso de adquisición de conocimientos, actitudes, pensamientos, de ser ciudadanos dignos de una patria? ¿Por qué si ser diferente es una cosa común queremos y sentimos que todos debemos ser iguales… dentro de de la normalidad?
MSC. MARÍA ZURITA
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Maria Zurita