¿Qué es realmente el amor?; ¿puede conocerse algo en verdad si de alguna u otra forma
no es amado?; ¿qué relación cabe establecer entre el amor y las diversas formas del
querer o desear?; ¿es el amor él mismo un valor o más bien una respuesta afectiva al
valor? El amor, pues, como el ser aristotélico, se dice de muchas maneras; escribir o
hablar sobre el amor puede resultar tarea calificable de muy diversas maneras:
pretenciosa, abstracta, edificante, curiosa, hermosa, quizá también inútil. El amor es una respuesta afectiva al valor. Las respuestas afectivas o disposiciones de ánimo se dividen
en positivas (amor, amistad, benevolencia, aprecio, admiración, entusiasmo, gratitud,
perdón, etcétera). Amar es siempre, eso sí, de una u otra forma, pretender la unión
anímica, espiritual con la persona o entidad amada; es desear la unión psíquica con lo
amado. Amor es “concordia”, poner corazón junto a corazón la esencia del amor es
aprehensible sólo en una vivencia personal e íntima del amor. En el amor se da siempre
una intención unitiva, un deseo de unión con lo amado. En el amor pretendemos ante
todo el encuentro, la solidaridad de almas y afectividades. La entrega personal que es
esencial en el amor no va contra la libertad y la integridad del amante. Éste, en el amor,
en su entrega al amado, lejos de sufrir mengua o menoscabo en su ser individual, se
realiza y desarrolla más íntegramente como individuo. El amor no es rémora para el
perfeccionamiento individual, es su condición de posibilidad más eficaz. nota esencial
del amor es también el compromiso personal del amante con el amado. En efecto, en el
amor el amante se arriesga, se compromete en mayor o menor medida, según la especie
o variedad de amor de que se trate, con el destino e interés del amado, compromiso muy
distinto al que se da en las otras respuestas afectivas al valor como, por ejemplo, el
respeto o la admiración. Amar es así también asumir el compromiso de implicarse
resueltamente en todo lo que tiene que ver con el amado. El amante, cuando ama, aspira
a que su amor sea correspondido por el amado; y cuando esta correspondencia
efectivamente se produce, el amor alcanza su pleno y cabal perfeccionamiento. Este
deseo de correspondencia no se da propiamente en ninguna otra respuesta afectiva al
valor, excepto tal vez en el respeto, y ello es debido a que en éste la respuesta tiene
lugar entre “iguales”. El que respeta, implícitamente, aspira a ser igualmente respetado.
El respeto es una respuesta afectiva de índole eminentemente moral que obliga a todas
las partes por igual. Robin Norwood en su libro “Las mujeres que aman demasiado”
dice que: Cuando estar enamorada significa sufrir, estamos amando demasiado. Cuando
la mayoría de nuestras conversaciones son acerca de él, de sus problemas, sus ideas, sus
sentimientos y cuando casi todas nuestras frases comienzan con “él.” Cuando
disculpamos su mal humor, su mal carácter, su indiferencia o sus desaires como
problemas debidos a una niñez infeliz y tratamos de convertirnos en su psicoterapeuta.
Cuando no nos gustan muchas de sus conductas valores y características básicas, pero
las soportamos con la idea de que, si tan solo fuéramos lo suficientemente atractivas y
cariñosas, el querría cambiar por nosotras. Cuando nuestra relación perjudica nuestro
bienestar emocional e incluso, quizá, nuestra salud e integridad física, sin duda estamos
amando demasiado. ¿Es posible que nuestras ganas tan grandes de amar, se pueda
convertir en una adicción? Ser adicto a una persona es algo que solo se puede
solucionar en el momento de que como cualquier otra adicción aceptamos que existe
este problema y nos hacemos cargo de el. Tenemos miedo de perder esa vana ilusión de
pensar que ese hombre va a solucionarnos nuestros grandes problemas de la vida, que se
haga cargo de nuestros miedos. Y al no lograrlo esos mismos miedos y obsesiones se
vuelven tan parte de nosotras que el dar amor para recibirlo de la misma manera se
convierte en la meta más grande que da sentido a nuestra existencia. En conclusión no
puedes amar a otro si no te amas, empieza por ti, respetate, date tu tiempo y espacio,
vive, valorate y se libre.
Feliz semana!! Mil bendiciones y recuerda ama a tu prójimo
como a ti mismo…no menos que tú, ni mas que tú.
MSC. MARIA ZURITA
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